La
salud mental dentro de las instituciones es un tema que no debería ser tomado a
la ligera, pues entre las intenciones que se pretenden, las verdaderas
acciones, y la falta de correspondencia entre los fines y los medios para poder
alcanzarlos, así como la falta de compromiso para poder realizarlos, estaríamos
apreciando una clara insuficiencia en la calidad del servicio que se le presta
a las personas que necesitan de estos servicios; mas si tomamos en cuenta que
la profesionalización de los “expertos en salud”, solamente sigue un mismo
objetivo en lo que respecta a todas las instituciones, el tomar a la ligera
temas tan importantes, también hace que la sociedad los tome como
insignificantes, pues la gran mayoría de las personas tiende a pensar en la salud
mental como algo que solo amerita a los esquizofrénicos, bipolares, depresivos,
etc., sin tomar en cuenta la posible inestabilidad psíquica que algo tan
insignificante puede causar en la mente de la población.
La salud mental es un fenómeno complejo determinado por múltiples
factores sociales, ambientales, biológicos y psicológicos, e incluye
padecimientos como la depresión, la ansiedad, la epilepsia, las demencias, la
esquizofrenia, y los trastornos del desarrollo en la infancia, algunos de los
cuales se han agravado con el paso del tiempo. En este sentido, lograr que la
población conserve la salud mental, además de la salud física, depende, en gran
parte, de la realización exitosa de acciones de salud pública, para prevenir,
tratar y rehabilitar.
Es de vital importancia no solo el tomar en cuenta lo
que las instituciones hacer por la sociedad, también debe ser consideradas las
capacidades del personal de las instituciones médicas, y me arriesgaría a
decir, que las organizacionales y penitenciarias deben considerarse, pues estos
trabajadores son víctima de este tipo de enfermedades, su salud mental se
debilita conforme pasa el tiempo y el trato con la gente es algo que comienza a
volverse cotidiano.
1. Salud Mental en las Instituciones
Según la OMS, la salud mental se puede definir como
“el bienestar que una persona experimenta como resultado de su buen
funcionamiento en los aspectos cognoscitivos, afectivos y conductuales y, en
última instancia el despliegue óptimo de sus potencialidades individuales para la
convivencia, el trabajo y la recreación”.
Por esto mismo, podemos decir que es una necesidad
básica para las personas, por esta misma razón, gobiernos, familiar y
comunidades, se preocupan por conservar y mantener un nivel óptimo. “Puesto que
la sobrevivencia física y la autonomía personal son precondiciones de cualquier
acción individual en cualquier cultura y constituyen las necesidades humanas
más básicas (aquellas que deben satisfacerse en algún grado antes que los
actores puedan efectivamente participar en su forma de vida buscando alcanzar
otras metas)” (Len Doyal y Ian Gough).
Durante mucho tiempo, este ámbito se dejó de lado,
nunca se tomó tan en cuenta como en los tiempos actuales, que la enfermedad
pudiera ser producida por factores psicológicos, pero gracias al cambio de
modelos, primeramente de la OMS, de tener una perspectiva organicista, a ser
psicológico, social y ambiental, esto ha ayudado a que poco a poco, las nuevas
generaciones de los servidores de salud puedan aceptan y evaluar la posibilidad
de una enfermedad psicosomática como real.
En lo que respecta a las instituciones psiquiátricas,
el anterior modelo organicista, atribuyo la enfermedad mental como un
padecimiento hereditario, sin una vinculación social, lo que en un principio
sirvió de contención social, es decir, los que salían de la norma y dejaban de
ser productivos económicamente, corrían el peligro de ser considerados “locos”.
Ante esta perspectiva, la solución era la reclusión de los enfermos a espacios
cerrados, con vigilancia médica y psiquiátrica, uso de medicamentos para
contrarrestar los efectos físicos de las enfermedades, lo que puede llevar a un
internamiento de por vida, condiciones miserables en la calidad de vida y la
poca posibilidad de rehabilitación, y en ocasiones, se caía en la
antipsiquiatría.
Por supuesto, las instituciones psiquiátricas de
México no se salvan de esta realidad; pero como se mencionó anteriormente, con
el cambio de modelos, se realizó la propuesta de comunidades terapéuticas con
diferentes tratamientos y enfoques sociales, que modifican completamente las
problemáticas de la salud pública, aunque esto no descartó el problema esencial
del enfermo mental: su control, manejo e inserción social.
Ahora bien, se considera que las actuales necesidades
económicas de las familias pueden incrementar los índices de los problemas
mentales, pues esto genera un desequilibrio en las jerarquías familiares, el
ambiente no es propicio para la comunicación y supervisión de los miembros de
la familia, lo que incrementa los niveles de estrés, mismos que pueden llevar a
trastornos tales como la depresión y la ansiedad; los factores que generalmente
afectan la estabilidad psíquica de las personas son la pobreza, el desempleo,
el bajo nivel educativo, la violencia, las capacidades diferentes de algunas
personas, la farmacodependencia, y también podemos encontrar los problemas que
los enfermos mentales recluidos pueden generar.
Así pues, para el 2001, año de la Salud Mental, la OMS
declaro que “La salud mental, abandonada por largo tiempo, es crucial para
lograr el bienestar de los individuos, sociedades y países y debe ser vista
desde una nueva perspectiva”.
Ante esto, los avances científicos y tecnológicos se
ven reflejados en la salud mental de la sociedad; las nuevas alternativas de
tratamiento para pacientes con trastornos mentales ha reducido el periodo de
hospitalización, mejorando la calidad de vida para aquellos que antes llevaban
una vida de reclusión, permitiéndoles ahora, llevar una vida activa.
Ahora bien, si consideramos los bajos recursos
económicos con que los países en desarrollo cuentan, puede merar de manera
considerable los programas que las instituciones han creado para un determinado
periodo, lo que llevará a la evaluación financiera de los procesos de prevención
y tratamiento de trastornos mentales, tomando en cuenta que las personas con
estos problemas de salud pueden ser discriminadas y sufren violaciones a sus
derechos, los tipos de enfermedades que pueden atender dentro de ese periodo,
es decir, algunas enfermedades, por su escasa posibilidad de prevención, es
necesario que se lleven a un internamiento, dejando otras patologías en
programas de prevención, o a servicio de otros servicios que puedan manejarlas,
entre otros argumentos más que se pueden presentar, todo debido a las escasas
posibilidades de mantener un programa de salud mental funcional y completo.
1.1. Organización de los servicios de
salud mental
Existen dos instancias nacionales que cumplen con diversas
funciones: el Consejo Nacional de Salud Mental (CONSAME) y los Servicios de
Atención Psiquiátrica (SAP). El CONSAME se encarga de proponer el contenido de
la política y las estrategias nacionales en materia de atención, prevención, y
rehabilitación de los trastornos mentales. Planea, supervisa y evalúa los
servicios de salud mental; participa en la elaboración de propuestas para la
actualización y desarrollo de disposiciones jurídicas; impone sanciones y
aplica medidas de seguridad en la esfera de su competencia. Este Consejo tiene
representación en la mayoría de las entidades federativas.
El SAP coordina los programas de prestación de servicios de atención
médica especializada en salud mental en las unidades operativas de su
adscripción; establece mecanismos de vinculación con las instituciones de
seguridad social y del sector salud para la atención de los trastornos
mentales; participa en la elaboración de normas oficiales mexicanas así como en
la formulación de instrumentos normativos en materia de servicios de atención
psiquiátrica.
1.2. Establecimientos de salud mental
ambulatorios
México cuenta con 544 establecimientos ambulatorios de salud mental,
de los cuales el 3% está destinado a niño(a)s y adolescentes, que ofrecen
atención a 310 usuarios por cada 100,000 habitantes. Del total de usuarios
atendidos, 56% fueron mujeres, 44% hombres y el 27% niños y/o adolescentes. Los
principales diagnósticos fueron trastornos afectivos (28%), neuróticos (25%) y
otros (26%) que engloban epilepsia, trastornos mentales orgánicos, retraso
mental y desordenes psicológicos del desarrollo.
Los usuarios de estos servicios tuvieron un promedio de cuatro
contactos por año. 31% de los establecimientos proporciona atención de
seguimiento en la comunidad y el 4% cuenta con equipos móviles. Todos o casi
todos los servicios (81-100%) otorgaron una o más intervenciones psicosociales
durante el último año y el 67% tuvieron disponible por lo menos un medicamento
psicotrópico de cada clase terapéutica (antipsicóticos, antidepresivos,
estabilizadores del estado de ánimo, ansiolíticos y antiepilépticos).
1.3. Establecimientos de tratamiento
diurno
Existen sólo tres (3) establecimientos de tratamiento diurno
disponible en el país, conocido como “casas de medio camino”: su labor
principal es la rehabilitación psicosocial de personas con discapacidad
psíquica. Brindaron atención a 0.25 usuarios por cada 100,000 habitantes, de
los cuales 41% eran mujeres y no se ofreció atención a niños o adolescentes. El
promedio de la estancia fue de 332 días.
1.4. Unidades de hospitalización en
hospitales generales
En el país, hay 13 unidades de internamiento psiquiátrico en
hospitales generales con un total de 147 camas, lo que representa 0.14 por cada
100,000 habitantes. El 8% está reservado para niños y adolescentes. Del total
de pacientes atendidos, 60% fueron mujeres y 9%, niños o adolescentes, quienes
en promedio permanecieron internos 14 días. El número de admisiones ascendió a
1,873, esto significó 2 pacientes por cada 100.000 habitantes. Los principales
diagnósticos correspondieron a trastornos afectivos (27%), trastornos asociados
al consumo de drogas (18%) y a los englobados en otros (22%). La mayoría de los
pacientes (51-80%) recibieron una o más intervenciones psicosociales en el
último año y el 100 % de las unidades dispusieron de por lo menos un
medicamento psicotrópico de cada clase terapéutica.
1.5. Establecimientos residenciales
comunitarios
Se cuenta con 8 establecimientos en los cuales se atendieron a 0.50
persona por cada 100,000 habitantes. El 20% fueron mujeres y 2% niños o
adolescentes; para estos últimos, estuvieron reservadas solamente el 7% de las
camas. En promedio, los pacientes permanecieron 120 días en estos establecimientos.
1.6. Hospitales psiquiátricos
Existen 46 hospitales psiquiátricos, de los cuales 13 corresponden
al sector privado y 63% están integrados con establecimientos de salud mental
ambulatorios. Hay 5 camas por cada 100,000 habitantes y únicamente el 3% están
reservadas para niños o adolescentes. En los últimos 5 años, la cantidad de
camas ha disminuido en un 3%.
Estos establecimientos atendieron a 47 usuarios por cada 100.000
habitantes: 50% eran mujeres y 6% niños o adolescentes. Los diagnósticos más frecuentes
fueron los trastornos afectivos (27%), la esquizofrenia (24%) y otros
padecimientos, tales como trastornos orgánicos o epilepsia (16%). En promedio,
los pacientes pasaron 24 días hospitalizados; el 58% permanecieron menos de un
año; 4% entre uno y cuatro años, 7%, entre 5 y 10 años y 31% más de 10 años. La
mayoría (80%) recibió algún tipo de intervención psicosocial en el último año y
98% de ellos, se hizo disponible por lo menos un medicamento psicotrópico de
cada clase terapéutica.
1.7. Establecimientos forenses y otros
establecimientos residenciales
Existen 1096 camas destinadas a los reclusos con trastornos
mentales: 99% se ubican dentro de las prisiones, pero no existe un servicio
específico de salud mental dentro de 17 las mismas. La tasa corresponde a 1
cama por cada 100,000 habitantes. Durante el año 2008 se atendieron 566
pacientes, de los cuales el 19% permaneció menos de un año, 35% entre uno y
cuatro años, 28% entre cinco y diez y 17% más de 10 años.
Los dispositivos residenciales como, hogares para personas con
retardo mental, establecimientos de desintoxicación para pacientes internos,
hogares para indigentes, etc. tienen un total de 2546 camas: 1398 destinadas a
personas con problemas de adicciones, 293 para casos de demencia, 802 se encuentran
en hogares para indigentes y otras instituciones de corte asistencial y 53
destinadas a pacientes con retardo mental, de las cuales 21 son para menores de
edad.
En algunas entidades de la República, principalmente en áreas
rurales, existen algunos establecimientos informales que brindan residencia
nocturna para personas con trastornos mentales2.
2. Salud Mental Organizacional
Ahora bien, como se mencionó al inicio, la salud
mental es una necesidad no solo en las instituciones, sino que debe ser considerada
como una prioridad en todos los ámbitos de la sociedad.
Para la mayor parte de las personas, el trabajo es un
medio para poder satisfacer sus necesidades, no solo las de sobrevivencia, sino
también las de tipo social y de realización profesional, es así que la mayoría
de los adultos pueden adquirir y enriquecer su sentido de identidad personal,
por lo que la perdida de este, suele ser en sí misma, un factor de riesgo para
enfermar. A pesar de esto, se debe tener en cuenta los posibles potenciales de
riesgo para la salud mental que existen dentro del trabajo, y no siempre
afectan en la misma forma a todas las personas, por lo que las investigaciones
acerca de estos temas siempre tienen puntos débiles a la hora de presentar la
información, pero si debemos tener en cuenta las consecuencias del estrés en
los trabajadores.
El estrés, es un conjunto de procesos y respuestas
neuroendocrinas, inmunológicas, emocionales y conductuales ante situaciones que
significan una demanda de adaptación mayor de lo habitual para el organismo, y
que son percibidas como amenazantes, ya sea para su integridad física o
psicológica. Debemos tener en claro que el estrés es una característica que
permite al organismo estar en constante movilización, puede motivar a las personas
a actuar de manera más rápida ante determinadas tareas, pero si esta presión
ambiental se hace constante y el sujeto no toma medidas para evitarlo, es
posible que sus capacidades cognitivas sean superadas por la situación y a la
larga, pueden llevar a una patología conocida como Burn Out.
El Síndrome de Burn Out se manifiesta como un conjunto de signos y síntomas en los que
predomina la apatía, tristeza en picada a depresión reactiva, insatisfacción en
diferentes rubros. Reacciones somática como insomnio, fatiga, dolor de cabeza.
(Maslach, 1980).
En comparativo, se ha encontrado que las profesiones con un alto
índice de exigencia son las proclives a presentar estos cuadros clínicos, sin
embargo, las profesiones que se dedican al servicio con víctimas del delito,
victimarios o aquellas que estén ligadas al íntimo dolor humano, son las que
presentarán la tipología del síndrome de aniquilamiento, que por su nombre,
muestra una connotación diferente. El sujeto víctima del síndrome de
aniquilamiento, pierde los ideales que persigue en su profesión, presentando
cuadros de excesos, como lo son en ingesta de sustancias prohibidas y uso
desmedido de alcohol o tranquilizantes, así como abusos o disminución en el
área sexual y el apego a normas de seguimiento social, vistos en corrupción.
El síndrome de aniquilamiento, se ha encontrado en personal que
labora en centros penitenciarios. Como psicólogos, abogados, cuerpo de
seguridad. Esto por el contacto directo con la comunidad que tiene como premisa
la corrupción del seguimiento de las leyes, y también ha sido encontrado
también en médicos, enfermeras, etc. La baja o nula expresión de las emociones
de estos profesionistas son un foco rojo en la canalización de sus propias
dificultades, lo que podría ser reflejado en un síndrome de afección
psico-corporal.
Este trastorno, realmente puede ser prevenido, y en general, podemos
afirmar que en la mayoría de las enfermedades mentales, la principal acción que
se debe tomar, fuera de planificar un tratamiento en las instituciones en
general, la prevención es el principal remedio para atacar el problema, claro
está, siempre y cuando las medidas se tomen con un cierto tiempo de antelación
a la aparición de las patologías dentro de algún contexto. Es por eso que la
mayor parte de las acciones a realizar deben incluir, es que hacer consciente
al trabajador acerca del control que tiene sobre su salud y bienestar, así como
las condiciones del trabajo que pueden influir; también se deben hacer cambios
en los valores, actitudes y comportamientos en los individuos, y por lo tanto,
cambios en la cultura de la organización, por lo que es indispensable la
participación de todas las estructuras jerárquicas en el organigrama. Ante
esto, se puede argumentar como es que empresas extranjeras que se han colocado
en México, como NISSAN, que han logrado hacer las modificaciones necesarias a
sus planes de trabajo para poder adecuarse a las costumbres y tradiciones
mexicanas, permitiendo a los trabajadores una mayor adecuación a los estándares
de producción y calidad solicitados, lo que no solo permite una correcta
funcionalidad, sino también, permite la disminución del riesgo de llegar a
niveles patológicos de estrés, además de otorgar a sus empleados, las
prestaciones que creen considerables para que también puedan tener un incentivo
mayor que los motive a realizar bien su trabajo, cuentan con un alto nivel de
seguridad y prevención en todos los
aspectos, un clima organizacional estable y otras características más que
permiten la correcta adaptación del trabajador a la organización.
3. Salud Mental en Instituciones Penitenciarias
La existencia de personas con enfermedades mentales
dentro de las instituciones penitenciarias es algo muy común en varios países,
y en bastantes ocasiones, es la
principal causa de que se haya realizado un delito por esta misma cuestión,
pues el sujeto no ha sido tratado y por ende, no tiene un control de su vida;
es una pena el que estas instituciones, sean las que contengan a las personas
que no han podido ser alcanzadas por los programas que se despliegan para la
prevención y tratamiento de estas afecciones.
Es de suma importancia que no se desvalorice este
problema dentro de los reclusorios penales, sino que en base a esto, se debe
comenzar la reflexión sobre el papel de los servicios de salud mental
comunitarios y en qué medida, un adecuado seguimiento del enfermo puede evitar
que la conducta de estas personas, las conduzca a su reclusión. También debe
tomarse en cuenta el estudio de la relación entre la enfermedad mental y la
responsabilidad penal, analizando específicamente la actuación de los sistemas
de salud y el sistema penitenciario, en lo que respecta a la posibilidad de
brindar la atención necesaria que estas personas requieren. Pero también en la
propia realidad de los centros penitenciarios, hay que dar respuesta a la
realidad objetiva que supone la presencia del enfermo mental en la prisión, y a
la pregunta de en qué medida, el enfermo mental recibe una atención que pueda
ser comparada a la que es ofertada al resto de los internos; es de suma
importancia el hacer una reflexión sobre la situación de estas personas cuando,
una vez cumplida su sentencia, en el proceso de reinserción social, se pueden
encontrar desorientados y cargados de una doble estigma, derivada de su
condición mental, y ahora, de ser un ex presidiario.
Algo que debe
ser considerado a la hora de poder analizar la salud mental, son las
condiciones que los penales presentan, debemos recordar que también son
dependencias de gobierno que reciben un presupuesto por periodo, pero como se
presenta en las instituciones de salud, se afrontan con la cuestiones acerca de
que poder atender, y que acciones pueden absorber otros programas que, por
ejemplo, se encarguen de la prevención. Así pues, los trastornos mentales
surgen y pueden volverse a una fase crónica, lo que obliga a los reclusos a
pasar la mayor parte del tiempo encerrados en sus celdas; por esto, también
debe poder realizarse una buena clasificación de los reos, según su nivel de
riesgo, pues debe tomarse en cuenta las subculturas existentes dentro de estos
centros
Todo esto puede afectar considerablemente la salud
mental de los reclusos, y no solo por el hecho de ya tener una afección previa,
sino que el simple hecho de llegar a un encierro los vuelve más vulnerables a
desarrollar una enfermedad mental, y en el caso de los ya diagnosticados como
tal, se aumenta el riesgo de que sufran agresiones por parte de sus compañeros.
Por esta misma razón, algunas instituciones subrayan la importancia del acceso
de los servicios de consulta y tratamiento psiquiátrico; pero también estas son
cuestiones que lo servicios médicos de los centros penales deben realizar.
Pero este no es el único problema de salud mental que
podemos encontrar dentro de centros penitenciarios, los trabajadores, como se
mencionó en el apartado anterior, son propensos a sufrir diversas patologías
asociadas al estrés que en especial, estos centros pueden generar. No es un
tema que se trate frecuentemente entre estos trabajadores, pero la interacción
con los reos, el conocimiento de sus delitos, así como los propios problemas
que pueden tener estas personas, los vuelven aún más propensos a ser víctimas
del Burn Out; y no es cuestión de los custodios, a pesar del alto conocimiento
de la prevención y acciones recreativas para disminuir estos niveles estrés,
profesionistas como pedagogos, psicólogos, criminólogos y personal médico,
llegan a un nivel de desensibilización tal que no se dan cuenta de su propia
afección, lo que inconscientemente, los lleva a tomar conductas de riesgo
tales, que en algunas ocasiones, suceden accidentes que pudieron haber sido
completamente evitados.