A pesar de todas las definiciones y tipos de crisis, la indicación
de la Intervención en Crisis no puede establecerse en función del ajuste de la
situación que motiva la demanda, a un repertorio de escenarios tipo acaecidos
en el curso de circunstancias catalogables como “crisis”, Pues:
• No todas las situaciones “críticas” para unos, lo son para otros.
• No todas las manifestaciones de crisis son patognomónicas.
• No todas las personas necesitan lo mismo ante la misma situación
crítica.
• No todas las personas están preparadas para recibir apoyo
psicológico en un mismo momento.
Y si además están empleando sus propios recursos surge la polémica,
¿Cuándo está indicada la Intervención en Crisis?, esto es ¿Intervención o no
intervención?
Esta es una polémica que incluso surge dentro de los ámbitos de la
propia Psicología. ¿Estaremos psicopatologizando la vida cotidiana?
Los psicoterapeutas de diversas formaciones admiten en la actualidad
el hecho de que sin intervención, las reacciones traumáticas corren el riesgo
de degenerar en trastornos patológicos.
Tanto el estrés postraumático como los trastornos del ánimo y el
alcoholismo, pueden ser consecuencia de reacciones al traumatismo convertidas
en crónicas.
En las alteraciones disociativas y psicosomáticas también se puede
intuir una reacción al traumatismo, en las cuales el síntoma físico es el
recuerdo de la experiencia traumática transformada por la psique. (G.Perren-
Klingler 2003)
“Cuando se pierde la paz del espíritu o si nunca se tuvo, puede
haber serias consecuencias físicas y psicológicas, sea cual fuere la causa. Al
margen de los „disparadores‟, las causas se encuentran generalmente en antiguas
experiencias de vida. A esas experiencias, las llamamos traumas” (Francine
Shapiro, en Una Terapia Innovadora para superar la Ansiedad, el Estrés y el
Trauma).
Los seis meses posteriores a la crisis pueden aparecer diversas
patologías:
. Duelo patológico
. Trastorno por estrés agudo
. Crisis de angustia
. Síndrome de fatiga crónica
. TEPT
. Cuadro disociativo
. Síndrome de culpa del superviviente
. Otros.
Estos son motivos más que suficientes para intervenir. Pero
intervenir sin patologizar, sin alarmar; con la intención de dar apoyo,
normalizando y buscando fortalezas de la propia persona. No podemos olvidar que
la angustia o el sufrimiento de por sí no son trastornos psicológicos.
Muchos de los sujetos que viven una experiencia traumática
experimentan en los primeros momentos síntomas postraumáticos o reacciones
disfuncionales de estrés, que no deben ser considerados como patológicos, sino
como reacciones normales ante situaciones anormales.
En desastres y situaciones críticas, la observación y documentación
de síntomas necesita ser interpretada como procesos y manifestaciones de estrés
post desastre, esfuerzos de adaptación y afrontamiento manifestado por el
sobreviviente en su capacidad de adaptarse al entorno desorganizado que los
rodea.
Este cambio de perspectiva influencia nuestros objetivos y
procedimientos de ayuda y enfoca plenamente a la persona que está tratando de
estabilizarse después del golpe desestabilizador recibido por el desastre. Sus
sistemas de adaptación, inherentes en todo individuo, están procesando el
trauma que ha desorganizado su capacidad, pero no es un enfermo, no obstante
necesita ayuda para equilibrarse. (Cohen, R.E., 2008)

1. Evidencia de un precipitante específico.
2. Evidencia de un aumento de ansiedad y emociones dolorosas.
3. Evidencia de quiebra reciente de habilidades de resolución de
problemas.
4. Evidencia de capacidad y motivación para el cambio.
5. Evidencia de que la demanda es previa a la instalación de las
ganancias secundarias a las estrategias desadaptadas.
En estas circunstancias, el objetivo es trabajar para reducir la
incidencia, la duración y la severidad de la crisis. Nuestra misión como
terapeutas consistirá en ayudar al individuo a clarificar, y de esta manera,
reconocer y aceptar, las emociones conflictivas despertadas por la crisis, así
como a la integración de dichas vivencias con la trayectoria vital de su vida y
encarar el futuro con nuevas expectativas.
Modelos de Intervención en Crisis
Según Payne la intervención en crisis es "una acción clásica
que consiste en interrumpir una serie de acontecimientos que provocan anomalías
en el funcionamiento normal de las personas". Este modelo se basa en la
psicología del yo, en la teoría del estrés, la teoría del aprendizaje, la
teoría del rol y la teoría de la homeostasis (entre otras).
M. Horowitz postula que el trauma produce un deterioro del
autoconcepto, percibiéndose un yo dañado y extremadamente vulnerable. Por esto
la terapia planteada por M. Horowitz tiene como objetivo que la persona
recupere la sensación de competencia personal desde una perspectiva
psicodinámica.
La terapia conductual utiliza estrategias que reducen el arousal
(activación o alerta) frente a claves traumáticamente condicionadas
(descondicionamiento). Algunas técnicas específicas de este enfoque son: la
desensibilización sistemática con exposición graduada a señales (tanto en
imaginación como en vivo), inundación, procedimientos de manejo del estrés como
la relajación y técnicas de distracción.
Desde un punto de vista cognitivo las creencias más alteradas por
una experiencia traumática son la sensación de invulnerabilidad y la sensación
de control. En la terapia se busca cambiar las creencias irracionales a través de
la reestructuración cognitiva que intenta restablecer estas sensaciones y
reconstruir los esquemas cognitivos de sí mismo y del mundo.
Ciertos abordajes terapéuticos, (tales como p. ej. la hipnosis, la
terapia cognitivo-conductual, la terapia de exposición directa, por inundación,
los abordajes psicofarmacológicos, EMDR etc.), cuentan con un bagaje de
investigación fuera de toda discusión. Uno de los factores fundamentales de
estos tratamientos es el de la exposición directa o en imaginación al evento traumático.
Uno de estos modelos es el llamado Trifásico de Judith Herman. Es un
modelo concebido en tres fases:
La primera fase del tratamiento consiste en el restablecimiento de
la seguridad. En esta etapa el paciente debe volver a tener control interno y
externo, es decir, garantizar su seguridad, tanto como aprender a manejar los
síntomas que interfieren en su vida y conllevan el riesgo de retraumatización.
En la segunda fase, de Rememoración y Duelo, el tratamiento se
orienta a que el paciente pueda reconstruir la historia traumática. A causa de
su naturaleza, las memorias traumáticas rara vez se presentan linealmente. Los
fragmentos, a veces incoherentes, las sensaciones físicas y emocionales, deben
transformarse en una narración permitiendo de esta manera la integración bajo
la forma de la Memoria Explícita o Narrativa.
Finalmente la tercera fase, o de Reconexión, apunta a reconectar al
paciente con la vida, con el presente y el futuro, redefiniéndose a sí mismo en
el contexto de relaciones y actividades significativas.
Reducción del Incidente Traumático. Modelo desarrollado por Frank
Gerbode MD y Gerald French CTS, es un tratamiento breve, simple, centrado en la
persona, y altamente estructurado, que reconoce la influencia del trabajo de
Carl Rogers (sin la falta de dirección) y de S. Freud (sin la interpretación y
el análisis). Está orientado a eliminar la carga emocional negativa de traumas
pasados, así como también es efectivo para tratar Sentimientos, Emociones,
Dolores, Actitudes y Sensaciones negativas.
El procedimiento se basa principalmente en recorrer mentalmente el
episodio traumático repetidamente bajo ciertas condiciones terapéuticas. El rol
del terapeuta es guiar al consultante en la revisión del incidente traumático
sin ofrecer ninguna interpretación, o intervención de ningún tipo: todo el
trabajo es hecho por el consultante.
La repetición continuada de este procedimiento permite al
consultante no solamente el alivio de los síntomas, sino también promueve
insights y decisiones, llegando entonces a lo que se denomina un Punto Final.
Este procedimiento, aparentemente permitiría, por medio de revivir y
recorrer reiteradamente el hecho traumático en condiciones controladas, ir
poniéndolo paulatinamente en palabras, integrando, como decíamos más arriba, la
memoria traumática a la memoria explícita. De esta manera, la carga emocional,
contenida en la memoria implícita se iría desagotando, permitiendo que el hecho
traumático quede archivado en la memoria como lo que es: un hecho del pasado, que
no amenaza en el presente al individuo.
Otro modelo sería el basado en narrativas, la Terapia Narrativa,
desarrollada principalmente por White y Epston (1993) y aplicada por Fernandez
Liria, A. y Rodríguez Vega, B., García y Rincón, o Felipe E. García y Rodrigo
Mardones. Se desarrolló influido por las investigaciones de Pennebaker
(Galarce, 2003; Tarragona, 2003) y se basa en la importancia de la asignación
de significado a las experiencias traumáticas, de la relevancia de la expresión
emocional y del apoyo social y en el supuesto de que las narrativas no
representan la identidad y los problemas de la personas, sino más bien las
narrativas son la identidad y los problemas. Señala que los problemas humanos
aparecen y se mantienen gracias a las historias opresivas que dominan la vida
de las personas. Pero estos relatos no sólo determinan el significado atribuido
a sus vivencias, sino que también determinan qué aspectos de la experiencia
vivida seleccionan para asignarles un significado.
El enfoque narrativo se basa en el principio de que las personas
categorizan sus experiencias a través del lenguaje. Sin embargo, al momento de
narrar la experiencia, ciertas partes quedan fuera porque son menos atendidas
que otras. Si se anima a los pacientes a atender a las partes marginadas de su
experiencia, pueden crear historias íntegras y atribuir nuevos significados. Es
decir, hacer una revaloración, construir nuevos significados e integrarlos en
su experiencia.

Bibliografía:
Modelo de Intervención en
Crisis, En Busca de la Resiliencia Personal (Fernández Márquez, Lourdes María;
Junio 2010)
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